Época: Blitzkrieg
Inicio: Año 1934
Fin: Año 1939

Antecedente:
El expansionismo nazi: Austria y Checoslovaquia
Siguientes:
La política británica de "apaciguamiento"

(C) Andrés Ciudad y María Josefa Iglesias



Comentario

La primera crisis checoslovaca, la de los Sudetes, tiene lugar en mayo y septiembre de 1938, cuando, después de la facilidad con la que se ha producido el Anschluss, Hitler adquiere una mayor seguridad en las posibilidades de lograr sus objetivos sin encontrar ninguna resistencia firme.
Tras el Anschluss, la posición de Checoslovaquia es muy precaria; en el mapa se parece a un hombre con la cabeza dentro de las fauces de un león. En efecto, la cadena de montañas que la protegen en su frontera con Alemania ya no sirve para nada desde que la incorporación de Austria al Reich permite un ataque por la llanura del sur. Además, Checoslovaquia tiene una profunda debilidad interna, al no haber sido capaz de unir en un Estado aceptado por todos a un conjunto de pueblos distintos; Checoslovaquia es un Estado dominado por 7.250.000 checos, pero en el que viven también 5.000.000 de eslovacos, 750.000 magiares, 500.000 rutenios, 90.000 polacos y 3.350.000 alemanes.

En la región de los Sudetes, la zona montañosa a lo largo de la frontera occidental donde vive la minoría que habla alemán, se ha desarrollado un movimiento pan-germanista al que el poder checo y la crisis económica ayudan a convertir en un movimiento pro-nazi que dirige Konrad Henlein.

Poco después del Anschluss, Hitler recibe a Henlein en Berchtesgaden y le anima para que aumente sus exigencias más allá del límite que los checos puedan aceptar. Siguiendo el consejo recibido, Henlein presenta al Gobierno de Praga una ambiciosa lista de peticiones en abril de 1938: autonomía interna para las zonas donde se habla alemán, reparaciones para compensar a la minoría alemana por "todo lo que han sufrido" desde 1918, -y total libertad para que los Sudetes puedan "confesar la nacionalidad alemana y la filosofía del mundo alemán", esto es, la ideología nazi.

El conflicto entre los Sudetes y el Gobierno de Praga causa un sobresalto internacional cuando en el fin de semana del 20-21 de mayo, sosteniendo que la Alemania nazi estaba reuniendo tropas en su frontera, Checoslovaquia moviliza a su Ejército.

Las declaraciones de Francia y de la Unión Soviética recordando sus compromisos con Checoslovaquia y las palabras de lord Halifax, secretario del Foreign Office, diciendo que no podía garantizar que Gran Bretaña permaneciera impasible si Alemania intervenía en Checoslovaquia, detienen momentáneamente a Hitler. Este declara que no abriga intención agresiva contra ese país mientras el Gobierno de Praga, presidido por Eduard Benes, endurece su decisión de no someterse a las intimidaciones de la Alemania nazi.

La tensión vuelve a aparecer en septiembre, después del discurso que el día 12 pronuncia Hitler en Nuremberg: Henlein reclama la incorporación de los Sudetes al Reich alemán, los disturbios se suceden en la zona en litigio y el Gobierno de Praga declara la ley marcial.

A finales de septiembre todo parece presagiar el comienzo de la guerra; mientras Henlein, desde Alemania, organiza un cuerpo franco que realiza "raids" sobre la frontera, Gran Bretaña y Francia llaman a sus reservistas.

En este momento, el premier británico Neville Chamberlain toma la iniciativa intentando buscar una solución que satisfaga a Hitler y evite la guerra. Volando en avión por primera vez a sus sesenta y nueve años, viaja a Alemania tres veces en catorce días: al refugio alpino de Hitler en Berchtesgaden el día 15, a la localidad turística renana de Godesberg el día 22 y, por último, a Munich el día 29.

Convencido, después de escuchar a Hitler, de que sólo la transferencia de los Sudetes al Reich podía evitar la guerra, Chamberlain aconseja a Daladier, jefe del Gobierno francés, que admita la anexión; poco después, los Gobiernos británico y francés presionan al Gobierno checo para que asienta a las exigencias de Hitler. Benes duda hasta las cinco de la tarde del día 21; después, acepta discutir la cesión de los Sudetes.

Creyendo resuelta la crisis, Chamberlain viaja a Godesberg para encontrarse con que Hitler no negocia. El Führer se limita a dar un plazo de tres días para que le entreguen el territorio antes de tomarlo por la fuerza y el premier regresa a Londres convencido de que ha fracasado. El día 27, los británicos movilizan su flota y los franceses completan el dispositivo de la línea Maginot.

Mientras unos horrorizados europeos esperan que en cualquier momento las bombas empiecen a sonar sobre sus cabezas recordando el bombardeo de Guernica, la negociación sigue adelante cuando Mussolini propone una conferencia con los representantes de Alemania, Gran Bretaña, Francia e Italia, y cuando Hitler accede a negociar en ella los detalles de una cesión a la que no renuncia.

Hitler envía una carta a Chamberlain aceptando la reunión mientras el premier se dirige a la Cámara de los Comunes en la tarde del día 28 para hablar de esa "horrible e increíble situación nacida por una disputa en un remoto país entre gente de la cual no conocemos nada".

El día 29, Hitler obtiene en Munich todo lo que ha exigido en su ultimátum de Godesberg y se transfiere a Alemania el territorio de los Sudetes. Aquellas partes donde la población que habla alemán es más de 50 por 100, son transferidas de forma automática; en el resto del territorio se celebrarán plebiscitos para así completar la operación.

Como Hitler se compromete a respetar la soberanía de la Checoslovaquia recortada, Chamberlain y Daladier son recibidos a su regreso de Munich por multitudes delirantes de alegría; sin embargo, el acuerdo de Munich será un fracaso.

No habrá guerra en septiembre de 1938. Pero como no ha remitido el designio hitleriano de pasar de la creación del gran Reich a la conquista del espacio vital que necesita la raza aria, la guerra continúa en el horizonte de las relaciones internacionales europeas.